El largo día
Ha sido un largo día, de tres meses. Empezó cuando me desperté en el hospital. Ahi me contaron mi nueva realidad, desde dónde empezaba. No fue una pesadilla, ni el tan mentado "garrón", o bajòm. Fue un momento triste, enterarse, pero duró lo justo antes de emprender el largo camino de la recuperación. Había mucho camino por delante, y lo mejor era emprenderlo cuanto antes.
En honor a mis viejos, a Roma que me espera y con quien nos acompañamos tanto durante este tiempo. En honor a ese colchón divino que me sostuvo inconciente. Inconciente.
El instante previo, que (ahora lo digo) sentí que algo me "chupaba" hacia arrbia. Fue tan fugaz que no se puede expresar en tiempo, y por eso me animo a dudar y a pensar que es mentira lo que digo. Pero me sentí protegido, a pesar de todo.
Ya es hora de moverme, viví estos días de jubilado, de minusválido (no desarrollé ninguna capacidad especial), pero llegamos al momento grato, de gratitud.
Por lo menos, no debo hacer fuerza. Por ahora, no más trabajos de peón. Peoncito, con esa mentalidad trabajé durante años (y volveré), multiplicado, aunque reforzaré mi posición de torre, desde la estructura, hasta la mirada, desde el margen con odo el campo a mi frente, aún sin poder quitarme la manía de los movimientos sorpresivos del caballo, y sí tendré más cuidado con los atajos directos que me propone el alfil. Algo no cambia: en mi casa sigo siendo el Rey, la reina es Marina, y aceche la princesa Roma.
La vida está volviendo a la normalidad, y eso para mi es muy especial.

Tigres blancos de Bengala, a los 3 meses, en 2007.

No hay comentarios:
Publicar un comentario