viernes, 7 de septiembre de 2012

LAS VIDAS
Nigromante malayo. 1999 El otro día contaba mi madre lo que más recordaba de mi infancia son las veces que me perdí. Una vez, me fui gateando del negocio y aparecí en un arenero de una obra en construcción, jugando, sino seguía de largo. Otra vez, me escapé de la mujer que me cuidaba y fui a parar a la comisaría, donde esperaba en la entrada con un cartelito que decía "este nene se perdió". No faltó la vez del miedo, que me fui y cuando salieron a buscarme, alguien dijo "vi a un hombre que se lo llevaba para allá" .... Pero volví a aparecer.
Luego habré arriesgado por mi cuenta muchas otras veces, siendo grande, todas inconcientemente. Al menos es lo que creo, aún deviendo ser conciente, o responsable.
Una que recuerdo fue la primera vez que subí al Aconcagua. Un novato, éramos tres, pero en Nido de Cóndores quedamos dos, y en Independencia a mi compañero se le congelaban las extremidades. Deliberamos, y como podía bajar solo, se quedó con la única cantimplora de líquido que teníamos. Seguí para arriba, y llegué, parece que nos esperaba una tormenta para el regreso, por eso entendí tarde porque éramos unos pocos ese día. Con un equipo medio primitivo, en cualquier momento algo podía pasar, y un cristal de nieve se metió en mi ojo derecho, y ya no pude ver. Lo habría y solo veía una nube. Lo llevé cerrado. Con el otro había podo para ver tormenta de nieve, nubes y hielo. Hacia la derecha había bajadas en tobogán que facilitaban el descenso. Suaves, apacibles, hermosas, salvadoras. Pero para seguir la ruta verdadera había que ir a la izquierda en el momento indicado, es decir en Piedras Blancas, para llegar a Berlín. El paisaje había cambiado, sobre todo no se veía nada, igual lo que se veía a en subida era distinto que en bajada. Pero no habia caso, de todos modos, se veía a menos de 20 metros. Calculé, o me dije que calculaba. Pero al final, decidí" es aquí.
Del otro lado estaba Berlín. Entré apresurado al refugio, pensando decir que si había muchos, uno más servía para abrigar. Pero había solo un polaco, que luego de querer enchufar el cartucho de gas para cocinarme, él mismo se encargó de hacerme una sopita. Dormí hasta el mediodía siguiente. Solo tuve conocimiento del riesgo cuando me reencontré con mis compañeros de aventura al bajar a Plaza de Mulas. Ahpi festejamos todos.
Rí Ganges, India 1998. Un hombre crema los restos de un pariente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario