martes, 14 de agosto de 2012

INVENCION

Cuando estaba en cuarto año del secundario, hubo un hecho curioso, la profesora de física, que me encontró leyendo un libro en su clase, acabó citándome en su casa para darme La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares. Era Mirta Barea, y al siguiente examen, como sospechaba que no había estudiado, en vez de darme a resolver problemas de vasos comunicantes o refracciones, me pidió un comentario del libro.

Años después me tocaba fotografiarlo en su casa de la calle Posadas. Recuerdo su ambiente opresivo y cuento que a pesar de que tengo las condiciones propicias, y que me guardé en la internación hecha claustro, ando con el ánimo alto. Mucha paciencia, y disciplina.

Llevo 3 semanas de las 8 que me tocan de reposo total, para ordenar, el resto de mi vida, y guardar el anterior. Mucha paciencia para que pase el tiempo, y lograr que éste no sea perdido. Luego de ese período una rehabilitación lenta, y siempre buscando con optimismo la mejor recuperación, que se formen bien los callos, que reconstituyan lo roto y a volver al ruedo. Pero a otro. Mientras tanto hablo con Dios y con mi cuerpo.

Entonces, del libro de Bioy, rescato:

"Nuestros hábitos suponen una manera de suceder las cosas, una vaga coherencia del mundo. Ahora la realidad se me propone cambiada, irreal. Cuando un hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueño, de las preocupaciones y de lamanías de la vida. Ahora me costará perder la costumbre de temer a esta gente."

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