lunes, 13 de agosto de 2012

VENTANA

Por la ventana de mi cuarto en el sanatorio se ve mayormente cielo. Cielo gris plomizo, nuebes, masas opresivas que aplastan las copas de árboles de plátano y fresno. Un día tras otro así. En el mejor de los casos otras nubes caminan sobre las ramas secas, que cuando se ponen más pesadas, se defienden con sus estandartes.

Miríadas parten de los árboles en forma desordenada pero luego se alienan, otras veces danzan sincronizadas y se cruzan con otras miríadas que vuelven a posarse en una copa veceina. Son ellas las úncas que alteran las manchas alborotadas del cielo gris, y una línea intermitente de aviones que viajan a Jorge Newbery.

Hoy, rayos del sol empezaron a empujar el cielo gris. Lucharon varios minutos sin poder avanzar. Hasta que rayas de fuego repicadas desde el horizonte lograron partir el plomo amorfo, lo tajaron primero cerca del horizonte, y luego prendieron fuego las nubes. Había empezado el día. Fuer el viernes 10, ese día me llevaron a mi casa y me encontré con Roma.

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